viernes, 25 de mayo de 2012

El retorno a la jungla

Después de una extraña temporada sin fails remarcables... era de esperar que las cosas volvieran a su cauce natural. Os expondré las circunstancias: ya hace bastante calor y los bichitos nocturnos proliferan...
Como sabréis, estos bichitos se ven atraídos por los focos de luz y, dado mi deseo de ventilar la habitación antes de dormir, cometí el gran error de descorrer las cortinas, dando vía libre a sus rutas aéreas. Una avispa entró volando sin darme cuenta  y se mantuvo pegada a la bombilla de la lámpara principal de la habitación, que estaba encendida. No le di demasiada importancia porque la veía ocupada y sin muestras de querer atacarme, así que me dediqué a mis asuntos. Más tarde, apagué esa lámpara, con la esperanza de que la avispa reconsiderase sus posibilidades de entretenimiento (o lo que demonios signifiquen esos choques masoquistas contra el vidrio incandescente) y extendiese sus alas hacia el exterior, pero el insecto permaneció durante unos minutos posado en la lámpara apagada y después siguió pegándose contra el reflejo lumínico que dejaba en el techo la luz de la mesita de noche.
Dejando atrás estas observaciones, me dirigí al baño para mi ducha diaria (donde casi muero al resbalarme en la bañera, pero esa es otra historia) y, al volver a mi cuarto, percibí una sombra monstruosa en el techo. Era muy grande para ser la avispa. Era una polilla enorme, gigante, que descansaba impasible en su postura desafiante a la gravedad. Cogí mi  portátil y huí al sofá del salón, donde me encuentro ahora mismo, tapada con una sábana que encontré por el camino. Sólo espero que las polillas gigantes no puedan traspasar las cortinas de esta habitación.

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